Valledupar: La del Cielo Azul, la brisa de la Sierra y el Río Guatapurí

Tal vez corría el año 2009 y una mañana mientras me trasladaba a mi lugar de trabajo en el bus que me movilizaba, escuche en la emisora que llevaba sintonizada el conductor una voz muy melodiosa con acento costeño que cantaba:

“Porque el folclor de mi Valledupar
Donde el amor nace en mil corazones
Se eternizó en el alma del Cesar
Y en la alegría de mil acordeones.

Ya no hay casitas de bahareque
Se llenó el Valle más de luces
No venden ya arepita e’ queque
Merengue, Chiricana y dulce”.

Ese día sin saberlo cree una conexión con esta hermosa ciudad, Valledupar, la del Cielo Azul, la brisa de la Sierra y el Río Guatapurí. Ese día no sabía, pero esa canción contaba una historia de cómo es la capital Vallenata. Inicialmente los cantantes de vallenato eran juglares que iban de pueblo en pueblo llevando en sus interpretaciones los sucesos más importantes de toda la provincia.

En mi caso el canto que le dedicaban a una mujer, no se quien sea, pero con seguridad existe en la vida del autor, sirvió para engancharme con la ciudad que conocería en el año nuevo de 2022; Durante mucho tiempo me quedé con la parte de la canción que dice “Ya no hay casitas de bahareque, Se llenó el Valle más de luces, No venden ya arepita e’ queque, Merengue, Chiricana y dulce”.  Trece años después de escuchar por primera vez la canción tuve la oportunidad de visitar y empezar a conocer a Valledupar y conocí las casitas de Bahareque ubicadas en el centro histórico, degusté algunos de sus ricos platos típicos, me extasíe con el cielo de color azul que sirvió como fondo para todas mis fotografías, me sorprendí con la floración amarilla del árbol de Cañaguate los cuales adornan sus calles y también pude sentir en mi piel el agua del Río Guatapurí.

Ya había leído sobre el mito de la sirena del Rio Guatapurí, donde cuenta que una niña en un jueves santo había desobedecido a sus padres quienes le dijeron que no podía bañarse en las aguas del río. Al momento de leer la historia no lograba comprender porque esa niña había tomado esa decisión.

Antes de llegar al Guatapurí había tenido la oportunidad de sentir en mis manos el agua del río Badillo y ver sus majestuosas rocas que lo hacen ver imponente aun en verano. Alguien me dijo quien se mete al Guatapurí no se quiere salir; y efectivamente así fue.

Camine un par de calles antes de llegar al río y entrar por la zona del puente peatonal. Había carpas con ventas de comidas y ya el caudal se hacía sentir con un fuerte sonido, las rocas grandes aparecieron y el cielo azul terminaba de pintar esa escena. Hasta ese momento subestimaba la leyenda de la sirena.

Al llegar a la orilla en compañía de mi esposa e hija me senté sobre una roca y solo metí mis pies al agua, la sentí fría pero agradable, muy cerca y sobre la orilla había muchos peces que se movían rápidamente en busca de alimento. Ya estaba allí y aun no me decidía a darme un chapuzón en las aguas del Guatapurí; además debo aclarar que no soy muy amante de este tipo de actividades, soy más un hombre de tierra que de agua. En ese momento me quedaban solo 90 minutos de un paseo que había iniciado el 02 de enero de 2022 y ya estaba en el 05 de enero y eran aproximadamente las 10 am.

Al ver a mi alrededor y pensar “ya estoy aquí no como no darme un chapuzón… y quien sabe cuándo pueda volver hasta acá” me decidí, me acerque a mi hija y le dije vamos a darnos un baño en el Río. Ella se emocionó mucho y tomo mi mano para caminar río adentro. Lo primero fue sortear el pequeño cardumen de sardinas y cachamas, tres pasos más adelante había dos rocas grandes que las cubrían el agua, allí el agua ya me daba en la rodilla, el cuarto paso puso el agua en mi cintura y el pecho de mi hija; finalmente después de cinco pasos ya estaba en la mitad del río en ese sitio que le llaman el puente peatonal.

Sujetaba a mi hija mientras ella se sumergía y salía para dar patadas e intentar nadar, pero la corriente le ganaba; mientras tanto yo seguía pensando si me mojaba totalmente. En ese momento ya no había vuelta atrás. Me repetí con determinación no vas a llegar hasta aquí para quedarte con el agua a la cintura, fue en ese instante que me lancé contra la corriente sumergiendo todo mi cuerpo y sentí el agua fría del Río Guatapurí. Esos pocos segundos, tal vez dos, fueron un flashback y recordé cuando me decían que el que se bañaba en las aguas del Guatapurí no se querría salir y recordé rápidamente la historia de la sirena.

Al salir sentí de inmediato el aire fresco, aquí debo hacer una escala térmica con mis palabras para poder describir la temperatura del aire: imagínense un aire cuya temperatura es el límite entre templado y frio…no es tibio, pero tampoco es frio, así es la brisa de Valledupar que viene directamente de la Sierra Nevada de Santa Marta, la que en años atrás era cubierta por nieve perpetua en sus picos más altos.

Fue en ese preciso instante cuando salí a flote que entendí la razón por la cual la niña de la leyenda desobedeció a sus padres y un jueves santo se dio un baño en las aguas del Guatapurí. Creo que sentí, así como sintió ella como después del chapuzón frio en el agua, el aire fresco la cobijaba y la motivaba a quedarse.

Hoy de regreso a casa la nostalgia me invade y deseo volver al Valle, porque allá todo está lleno de historias cantadas al ritmo de caja, guacharaca y acordeón; además porque el que se baña en el Guatapurí…vuelve. Así como al inicio de este relato hice referencia a una estrofa de Nació Mi poesía, debo cerrar con un estribillo que dice “Ay vamos a llenar de cariño los amaneceres del Valle” … esta será seguramente la continuación de una nueva visita a Valledupar.

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RUTA: MURALES DE SILOÉ

NACE UNA IDEA

Hace treinta y nueve meses trabajo con la comunidad de la Comuna 20 de Santiago de Cali, eso es tres años y tres meses; Yo soy Profesor en la Institución Educativa Multipropósito y cuando llevaba tal vez tres meses en mi lugar de trabajo uno de mis compañeros, quien además es habitante y líder comunal de la comuna 20, programó una salida pedagógica con un grupo de estudiantes. El propósito era caminar las calles para reconocer sus lugares y generar en los estudiantes sentido de pertenencia por el territorio que ocupan.

Ese día aprendí y viví muchas de las cosas que un estudiante o habitante de la loma, como se le llama al Gran Siloé, debe lidiar todos los días. Ese día comprendí lo duro que resulta caminar por sus calles, callejones y escaleras, se debe tener un estado físico óptimo para subir y bajar.

Luego tuve la oportunidad de cubrir un evento de Downhill que iniciaba en el tanque de la estrella y finaliza en el plan, así se le llama a la parte baja de la loma, a un lado del parque de la horqueta. Aquel día me llamó la atención la cantidad de graffitis y murales que me encontré en el camino de bajada. Mientras bajaba tomando fotos nació la idea de recorrer las calles identificando los murales y entrevistar a los artistas para que me contaran qué los motivó a llevar a cabo esas obras. Esto fue en diciembre de 2018.

Luego fui en un recorrido de identificación del territorio con algunos maestros compañeros y estudiantes y este recorrido finalizó con un gran almuerzo en el parque del Muro «Yo Amo A Siloé» mientras se llevaba a cabo la actividad me propuse hacer el documental de los murales… Esto fue por allá en agosto de 2019, pero entre ocupaciones laborales y otros proyectos audiovisuales fui postergando la realización de esta idea.

LA CUARENTENA

El año 2020 inició y con él llegaban nuevos propósitos, que la consolidación de la ruta de avistamiento de aves del embalse del Río Cañaveralejo, que los murales de Siloé, que la marca de ropa, que los proyectos audiovisuales con mis estudiantes del colegio, pero de la nada un eco que llegaba de la China empezó a convertirse en una realidad latente para la China, Europa y rápidamente para América y finalmente para Colombia. Un tal Covid 19 nos mandó a encerrarnos en casa para cuidarnos y evitar contagiarnos de un virus que para esos días era mortal.

Ahora estaba con mucho tiempo que repartía entre atender a mis estudiantes a distancia y pensar cómo era todo antes de ese marzo 15 de 2020 cuando nos mandaron para la casa con un sálvese quien pueda.

Debo confesar que pasaron muchos días antes de sentir ganas por tomar mi cámara y registrar algunas fotografías. Aunque en casa estábamos bien de salud, nuestras emociones no estaban al 100%. Un día Jorge Orozco, amigo y fotógrafo, propuso en el grupo de WhatsApp de CaliObtura, un reto de fotografía al cual me le medí y después de casi 3 meses saqué mi cámara y asumí con responsabilidad este reto que Jorge nos propuso. Cuando menos pensé andaba otra vez en medio del encierro de la cuarentena con la cámara en la mano… los disparos empezaron a llegar. 

LA IDEA SE CONCRETÓ

Para no hacer tediosa está historia me adelantaré hasta el mes de junio de 2021. Me encontré un anuncio en alguno de los grupos de WhatsApp en los que estoy, donde invitaban a participar de un diplomado que Estudios Takeshima organizaba. Me postulé y afortunadamente me aceptaron en el diplomado Smart Stories.

Por estos días empezábamos a planear el regreso a clases al colegio y eso marcaba el fin de esa etapa de trabajo a distancia con mis estudiantes.

Empezó el diplomado y con él las ideas se agitaban en mi cerebro; literalmente tuve dos noches de poco sueño concretando la idea del proyecto audiovisual que quería hacer como entrega final del diplomado. La idea estaba supuestamente lista y debía esperar el día que nos darían las orientaciones para la escritura del guion. El sueño había regresado y entre apuntes en mi agenda había algunas ideas que no quería dejar pasar.

En este punto no había considerado mi proyecto pendiente de 2019, el de los murales de Siloé, todo iba por el camino de un filminuto, luego comprendí que esa idea, aunque parecía sencilla resultaba muy complicada dado esos 60 segundos mortales para mostrar el inicio, nudo y desenlace de una historia.

Una noche en medio de ese tiempo de intimidad con Dios, Él me dijo no te olvides de la Ruta de Murales de Siloé, yo quiero que cuentes esa historia. Y de una vez me dio el nombre del documental. El tiempo me ha enseñado que cuando el Jefe habla debo hacer lo que Él me dice.

A través de Diego Ruiz, mi compañero de trabajo que mencioné al inicio, le pregunté inicialmente por un artista que firma en sus murales como ApuSiloe a lo cual me respondió que sí lo conocía y me dio su contacto. me dispuse a contactarlo, pero descubrí que estos artistas son muy itinerantes; por sus desplazamientos y zonas donde debía llevar a cabo su trabajo la comunicación era muy escasa razón por la cual acudí de nuevo a Diego para preguntarle por otro artista que el conociera.

En este punto me preocupe mucho porque quien llegue a pensar que podía ser mi protagonista del documental ya no lo era y todo volvía a quedar como al inicio.

Diego me puso en contacto con Wilson Silva y de nuevo comencé con hacer contacto y establecer comunicación; lo primero que hice fue enviarle un mensaje de audio por whatsapp y para sorpresa y tranquilidad mía el respondió. Le conté cual era la idea y muy generosamente Wilson accedió a colaborarme con la realización de mi producto audiovisual.

EL TIMELAPSE

Quería comenzar con un amanecer desde la loma y cerrar con un atardecer y entrada de la noche; pero poder hacerlo implica desplazarme a la zona y llevar a cabo el trabajo, pero no contaba con la disponibilidad de tiempo para hacerlo. Fue entonces cuando recordé a Juan David Bolaños, un estudiante egresado del colegio a quien le pedí el favor de hacer la grabación de un amanecer y un atardecer con el cual haría el timelapse de apertura y cierre del documental.

EL DIA

Nos pusimos de acuerdo y fijamos el 07 de agosto de 2021 como el día para el rodaje, pero como les había dicho antes estos artistas tienen una agenda de trabajo muy ajustada y viajan mucho. En una llamada que le hice para ajustar detalles me dijo que para ese día no alcanzaba a llegar de donde estaba. Para ese fin de semana en mi trabajo nos había dicho que la semana siguiente iniciábamos de nuevo con los estudiantes después de 15 meses de trabajo desde casa.

La vaina se complicaba y solo tenía una sola oportunidad salía a grabar, si o si el martes 10 de agosto. Me lancé y le dije a Wilson, hagamos esto el martes desde las 8 am y él me respondió afirmativamente. Ahora estaba comprometido con mi documental, pero debía pedir permiso en mi trabajo para poder ir a grabar.

Dos años después de pensar en la idea ya estaba a punto de llevarla a cabo y no podía dejar pasar la oportunidad, a esto se llama el punto de no retorno, y como si fuera un final de ciclismo de etapa plana me lance al embalaje final metiendo todas las ganas, fuerza y disposición; aquí no había ni tiempo ni espacio para fallar era todo o nada.

Previamente y con la autorización de MetroCali lleve a cabo unas tomas en las estaciones del MioCable y grabé la presentación; ahora me dirigía a la Estación Lleras Camargo en compañía de Felipe Mosquera (Zakiel) como asistente de grabación para darle final a la idea con la grabación que tenía programada según el guion que le entregue a Jaime Quintero el profesor que estudios Takeshima nos había dispuesto para el diplomado.

Felipe, además de asistente de grabación también iba con el propósito de vivir la experiencia de caminar la loma porque le había pedido el favor de componer y cantar el tema principal de mi documental (Graffiti).

Comenzamos en el tanque de La Estrella, la misma que brilla en lo alto de la loma y se puede ver desde cualquier punto de Cali, bajamos al muro Yo Amo A Siloé, luego visitamos el barrio Venezuela para ver el mural del Polaco y finalizamos en la pared del cementerio de Siloé; y así vio la luz “La Ruta: Murales de Siloé” Un documental hecho con mucho corazón cuya firme intención es ayudar a visibilizar el arte urbano que hay en Siloé, las expresiones que nacen en sus habitantes y los gritos de quienes a diario viven en este sector de nuestra Cali Bella.

Reflexion sobre una Preculsión anunciada

Hoy en la mañana después de leer los comentarios de unos amigos en un grupo de WhatsApp sobre la decisión de la fiscalía Colombia en el caso de Álvaro Uribe Vélez, escribí el siguiente texto:

Todos los presentes en este grupo al final de un día pueden regresar a casa, disfrutar en familia, conciliar el sueño y planear actividades con sus amigos, vecinos y familiares… Pueden consolidarse como profesionales y saber que no deben nada a nadie.

Este hombre, el de las 6402 órdenes, nada de eso puede lograr… Su felicidad es falsa, su compartir en familia no es tal, compartir nunca podrá… El y su gente puede creer que ganaron, inclusive algunos de sus obtusos seguidores; pero existe una gran verdad que no podrán burlar ni ocultar.

Duele que nuestra justicia se haya permeado por esta gente, pero fue el país que dejaron construir quienes en el pasado simplemente pensaron y actuaron políticamente con un «deje así, eso no es conmigo»… O con un «que robe pero que trabaje y se vea»… O con un «todos son iguales por eso yo no voto».

Pero ahora sigue otra lucha judicial en ese caso, viene una segunda instancia que debe generar pereza, desánimo en el proceso, desinformación… Pero toca seguir luchando…. Es probable que todos o muchos queremos ver a ese individuo y a todos sus asesinos, testaferros y cómplices en la cárcel sin importar quién sea; tal vez algunos lo quieran ver muerto y celebrar su muerte, tal vez otros hayan planeado la forma de asesinarlo; pero hay algo que es duro de aceptar y es que al innombrable y su gente la tendremos aquí entre nosotros y es probable que la libertad de él sea el primer paso hacia la paz (paz sin olvido de quién nos llevó a esta infame guerra) llena de falsos positivos.

Que bueno sería verlo con vida, anciano postrado en una silla (así como termina el padrino en la tercera parte) vieja de madera en su uberrimo y que él sea testigo del derrumbamiento de eso que en algún momento planeo; sin voz poder opinar porque la nueva generación aprendió que se debe votar y votar bien. Sin medios de comunicación a su disposición porque los tradicionales fueron hundidos por la nueva generación ya que no los ven, ni escuchan ni leen porque comprendieron que eran aliados del establecimiento y de él… Porque se viene el tiempo de la prensa independiente con investigadores que buscarán develar todo aquello que los han ocultado por años.

Así que tendré que decir: Deseo verlo encerrado y rotulado con número de recluso… Pero sé que difícilmente eso pasará, así que tenga larga vida; que sus enfermedades no se la quiten (la vida), creo que su paga será querer morirse y no poder… Querer morirse al saber que no tiene fuerza para ocultar y no tiene quien lo acompañe y no poder… Querer morirse porque los muertos que lleva encima lo atormentan y no lo dejan en paz y no poder morirse para descansar… Querer morirse porque sus escuderos le faltarán al respeto, lo dejaron y no poder morirse.

Y al final logrará morir, pero el lugar al cual llegará no lo dejará descansar en paz… Recordando la divina comedia, tal vez llegué a uno de esos círculos del infierno donde siempre hay fuego, dolor y tormento. Así que comencemos a causarle dolor al innombrable y ganemos en las urnas de forma contundente lo que ellos de forma amañada han tomado por años. Y retomando sus propias palabras «ojo con el 22»

Creditos: Caricatura Leo Caricaturista tomada de https://www.facebook.com/LeoCaricaturista/photos/a.109064790474868/468189471229063

Las Ballenas Jorobadas y el Hombre o de La Expiación

La expectativa

El día llegó y gracias a la invitación que me hizo la C.V.C salimos rumbo a Buenaventura, el principal puerto Colombiano sobre el Pacífico, para hacer parte del lanzamiento de la temporada de avistamiento de Ballenas 2019; aunque a medida que nos acercábamos el clima no se avizoraba como el mejor la expectativa era total. Cada vez mas cerca de las ballenas Jorobadas. Todos hablaban de sus experiencias anteriores y que tipo de fotografías querían tomar; en mi mente hacia un repaso del guion que había escrito para llevar a cabo mi proyecto “Las Ballenas Jorobadas y el Hombre”.

Ya en Buenaventura aprovechamos parte de la tarde para hacer algunas compras y visitar el sector del malecón; cada equipo de trabajo de los diferentes medios de comunicación que viajábamos estaban reunidos poniendo a punto detalles y esperando el evento de la noche en el cual se presentarían un grupo de mujeres “Cantaoras”; no esta mal escrito, así se le llaman a las mujeres que en esta región del país entonan los diferentes tipos de cantos según sea la celebración que lleven a cabo. La tarde caía y el cielo cada vez más plomizo nos hacía dudar del día de mañana, todos miraban hacia arriba y sus expresiones no eran las mejores, de toda manera el optimismo vencía por momentos.

Una hora antes de la cita que teníamos para ver el atardecer la mayoría estábamos refugiándonos de la lluvia en una cafetería que está ubicada en el malecón hablando de cosas, había risas, personas que nos observaban revisando nuestras cámaras y drones; el calor y la humedad hacían de las suyas, pero la expectativa seguía intacta. A esta altura y escribiendo este texto, el día después, estoy seguro que habría sacrificado el atardecer, pero las fotos ya están; y si la lluvia menguo y en masa nos fuimos a la terraza del Hotel Cosmos donde nos pusimos de frente al sol.

El marco se describe de manera sencilla: una gran masa de nubes que viajaba del océano pacífico hacia el continente, la cual por no mas de 45 minutos se rompió y abrió un gran boquete en el cielo y quedó sobre nosotros; la sociedad portuaria de Buenaventura a la derecha, a la izquierda la zona del malecón detrás una gran entrada de mar con una isla como cierre de esta composición y bien al fondo el sol que se abría paso entre las nubes, aquellas que no dejaría de mojarnos con su lluvia; el astro rey caía rápidamente y ese color amarillo-anaranjado se imponía sobre la bahía. Las fotos llegarón y a eso de las 6:24 pm el instante preciso en el cual el sol se ocultaba, de nuevo ese rocío de agua nos caía y se convertiría en una fuerte lluvia.

El malecón y sus presentaciones ya estaban dispuestos y la lluvia no menguaba; entre sonidos de bombos, cununos, marimbas y guazas la gente se reunía y extrañamente disfrutaban. Porque en medio de la lluvia permanecían, algunos con paraguas otros escampando en carpas y los demás por ahí, deambulando y sintiendo la lluvia caer sobre ellos. En el momento de mayor intensidad de la lluvia, mientras se presentaban un grupo de músicos juveniles y esperábamos a las Cantaoras, observé al lado derecho del lugar donde me encontraba y vi en unos columpios a dos niños jugando disfrutando del vaivén totalmente empapados y sin muestra de querer refugiarse de la lluvia. En ese instante la presentadora del evento dice “aquí en Buenaventura estamos acostumbrados a mojarnos y disfrutar con la lluvia” así me daban respuesta a eso que normalmente yo le huyo, a la lluvia y a dejarme mojar de ella.

La noche terminaba y la expectativa seguía intacta, aunque la realidad decía otra cosa; solo quedaba descansar porque el día esperado llegaría, sin saberlo La Expiación se aproximaba.

La Expiación

 7:00 am, esa era la hora del encuentro en el muelle para desayunar y salir rumbo a Juanchaco donde se desarrollarían una serie de actividades entre ellas el avistamiento de las ballenas jorobadas. Efectivamente pasado el desayuno nos embarcamos en las lanchas que la C.V.C tenia dispuestas para todos nosotros y la aventura apenas iniciaba.

Mientras esperábamos la orden de salida para nuestra lancha el tema de conversación era el mismo y todos coincidíamos en querer tomar la fotografía de este inmenso mamífero, el mas grande del mundo animal, en vuelo mientras sale despedido del agua y permanece en el aire por un par de segundos.

En el guion que había escrito y que llevaba guardo en un archivo PDF en mi celular aparecían las siguientes fotografías que quería lograr: Saltos, Colas, Nivel, Personas observándolas, Expulsando agua a nivel, Salto con lancha al fondo, Madre e hijo, entrando al agua mostrando su joroba. Estas ideas estaban mi mente mientras esperábamos la salida, pero también tenía presente la conversación que previamente había tenido con Raúl Palacios, reportero gráfico del diario El País, donde me contaba sus anteriores experiencias fotografiando las ballenas y me desilusionaba un poco al reconfirmar que era cuestión de suerte lograr la anhelada foto, el salto de la ballena, además que el tiempo era ínfimo; fue cuando me contó que las fotografías que están en el hotel Maguipi, las cuales yo las había visto en esta semana santa, estas las había tomado un fotógrafo Alemán que había estado cerca de dos meses en el hotel y salía en faenas de hasta 8 horas diarias para lograr las 5 fotos que mantiene expuestas en este lugar.

Con esa referencia y el cielo cada vez mas lleno de nubes partimos rumbo a Juanchaco; pero debo confesar que esta oportunidad era mi primera vez en llegar hasta este sitio, nunca había querido ir por evitar el sector del Paso del Tigre, lo más lejos que había decidido llegar era hasta Maguipi y esa oportunidad que lo hice el mar estuvo muy calmado.

Pero salimos y el horizonte no se divisaba a pesar de eso todos íbamos con nuestras cámaras en la mano listos para registrar aquello que se nos presentara en el camino; de la salida del puerto pasaron tal vez unos 10 minutos donde alcance a tomar dos fotos y fue cuando la brisa de lluvia se empezó a sentir y decidí guardar mi cámara en la bolsa plástica que había dispuesto para este momento; en este instante me dice la persona que viajaba a mi lado “mira esas nubes que hay al fondo… nos va a llover” y dicho y hecho.

Todos se empezaban a mojar por la lluvia y el viento se hacia presente, las olas golpeaban mas fuerte contra la lancha y el agua entraba como a baldados; algunos gritos se daban entre los ocupantes mientras la lancha encontraba vacíos de agua y caía fuertemente contra el mar. Pasábamos frente a la Bocana y las cosas se complicaban cada vez más.

Mi referencia era Maguipi y la tranquilidad con la que viaje de ida y regreso, pero en esta oportunidad la tranquilidad se convirtió en nervios. Las olas muy fuertes, el viento y la lluvia y obviamente el pensamiento de “yo porque vine por acá” y de inmediato surgía “si así es la ida cómo será la venida”. Al paso por Maguipi todo era un gran riesgo y mi temor crecía porque tenia claro que pasando por este sitio debía enfrentar mi mayor miedo “El Paso del Tigre”. Puedo describir esta experiencia como escuchar el Bolero de Rave que va de a poco aligerándose y llega al punto máximo con sus vientos, percusión y redoblantes donde la emoción de quien lo escucha lo lleva a hacer movimientos con sus manos y brazos simulando ser un director de orquesta. Haciendo el símil, iniciar el Paso del Tigre fue empezar a sentir que la orquesta tomaba fuerza y llevaba las emociones a su máxima expresión y pasarlo con éxito para llegar a nuestro destino fue un éxtasis total.

En este éxtasis nadie reía, las caras de las personas que ocupaban la embarcación se transformaron y el pánico se apodero de todo el mundo. Algunos buscaban su placebo de seguridad agarrándose del espaldar de adelante, otros se aferraban al borde de la lancha, había quienes se abrazaban fuertemente a su compañero; yo solo me aferraba fuertemente del espaldar de adelante y veía las maniobras que hacia el Capitán. Él observaba hacia los lados, ponía su mirada al frente y en algunos momentos daba una mirada a toda la gente que transportaba.

El mar se agitaba y con seguridad todas las personas recordaban al Creador; yo también lo hacia y en medio de las aguas turbulentas del Paso del Tigre recordaba el pasaje de la biblia en el cual Jesús acompañaba a sus discípulos en una salida al mar y mientras ÉL dormía se desató una gran tormenta. (Mt 8:23-27) En se momento lo despiertan y le dicen que están en peligro y que perecen y Jesús los reprende y se pone frente al mar y le ordena calmarse. Fue entonces cuando en medio de la situación, comprendí lo importante que es mantener cada vez mas fuerte, así como el oleaje, mi relación con Dios.

El paso del Tigre en una combinación casi perfecta de Lluvia, viento y marea en subida sirvió como Expiación para todos. El se encargo de poner las cuentas claras, recordarnos lo frágiles y vulnerables que somos. Por fin llegamos a Juanchaco y la expiación apenas iba por la mitad; aun hacia falta regresar y el viento no menguaba, aunque la lluvia sí, el sol se asomaba tímidamente ni sombra de aquel que se había dejado ver abriéndose paso entre las nubes la noche anterior.

Todos rondaban las calles de esta población y hacían parte del trabajo encomendado por sus medios, pero se sentía una tensa calma entre todos nosotros. Estoy seguro que cada uno a su manera se puso frente al mar, lo observaba y pensaba en la manera como sería el regreso; también estoy seguro que muchos pensamos que nos libraran de ese regreso evacuándonos en helicóptero, aprovechando que la gobernadora estaba en el lugar; tal vez otros preferirían que declararan cerrado el muelle y que ninguna embarcación zarpara hasta el día siguiente.

Pero como no hay deuda que no se pague ni día que no se llegue a todos nos llego el momento y el muelle no fue declarado cerrado, ni el helicóptero nos evacuo, a todos nos tocó subirnos en nuestras lanchas y tomar camino de regreso. Ahora sí y sin timidez, pero a su manera muchos se pusieron en manos de Dios. El mar se sentía agitado, pero no como en la mañana cuando llegamos. La expiación comenzaba su final.

La lancha en la que viaje fue la segunda en zarpar y con nervios le pregunte al capitán ¿Cómo ve al mar? ¿muy agitado? Y el sonriendo me responde esta tranquilito, apenas finalizando de responder le pregunte ¿Capitán, hace cuanto tiempo usted hace este trabajo? Y otra vez entre sonrisas esta vez me mira a los ojos y me dice son como 20 años. El momento comenzó y ahora mi meta era pasar por Maguipi lo más pronto posible; pero de Juanchaco a Buenaventura primero se debe pasar por el Tigre.

Estoy casi seguro que los ocupantes de la segunda lancha fuimos Expiados en su totalidad a la ida, sin importar en cual lancha viajaron, porque nuestro regreso a diferencia de la ida fue más tranquilo. Hubo olas grandes y un par de momentos en los cuales el Capitán Polo mostró su pericia, pero pasamos mi punto de referencia para estar en lo que llame el mar de la tranquilidad (Maguipi), vimos al margen izquierdo a la Bocana y por fin al fondo las grúas de carga del puerto de buenaventura; y llegando de nuevo la lluvia que fue protagonista en toda esta aventura.

Al muelle llegamos y todos exhalamos un suspiro que nos ponía de nuevo en tierra firme y como si se tratara de pasajero que aterrizan después de un viaje en avión todos al unísono aplaudieron y pusieron sus pies en tierra. Al llegar al hotel ya habían llegado los compañeros que viajaron en la primera lancha y su experiencia fue horrible con el mar; de igual manera los que llegaron en la tercera lancha, con el mar picado y la lluvia fuerte; en cambio a nosotros nos fue bien ¿nos pusimos a cuentas y recordamos nuestras fallas?, tal vez

Las ballenas ya fueron vistas en la zona que visitamos por los pescadores, pero en la salida que hicimos para hacer el lanzamiento de la temporada de Avistamiento de Ballenas 2019 ninguno tuvo la oportunidad de verlas, pero todos si fuimos Expiados unos más que otros.

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Hacienda Cañasgordas – Cali

“A principios del mes de marzo de 1789, un sábado como a las cinco y media de la tarde, tres jinetes bien montados salían de Cali, por el lado del Sur, en dirección a la hacienda de Cañasgordas.”
Tomado de libro Alférez Real
Eustaquio Palacios

La Hacienda Cañasgordas es el lugar donde se desarrolló la historia que Eustaquio Palacios nos contó en su novela “El Alférez Real”. Está ubicada al sur de la ciudad de Cali y fue construida en días donde no se sabía del desarrollo urbanístico de nuestra sultana del Valle hacia esta zona.

Don Manuel de Caicedo y Tenorio silenciosamente vio pasar el tiempo y lo que en otrora fue su residencia, una casa llena de lujos, con muchas personas que la habitaban, por la cual pasaban muchos visitantes y se llevaban a cabo grandes reuniones sociales; el tiempo se tomó el trabajo de hacerse propietario de ella a pesar que existían quienes podían cuidarla y mantenerla digna como fue al inició de sus días, también el tiempo y el descuido hicieron de las suyas.

Cañasgordas era la hacienda más grande, más rica y más productiva de todas cuantas había en todo el valle a la banda izquierda del Río Cauca. Su territorio era comprendido entre la ceja de la cordillera occidental de los Andes y el Río Cauca, y entre la quebrada de Lili y el Río Jamundí. mLa extensión de ese territorio era poco más de una legua de norte a sur, y varias leguas de oriente a poniente”. Tomado textualmente del libro El Alférez Real.

 

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Si expresáramos estas medidas hoy en día tendríamos que decir que la hacienda se extendía desde la vorágine en Pance hasta el Río Cauca, aproximadamente la zona que ocupa el corregimiento El Hormiguero; entre el Río Lili, que pasa por las oficinas de venta de la constructora Meléndez hasta el Río Jamundí el cual cruza un par de metros después de la entrada a la urbanización el Castillo; así nos podemos ubicar en la actualidad y comprender el tamaño que tenía este lugar.

Como decía al inicio, el tiempo empezó a pasar y la extensión de la Cañasgordas se fue reduciendo hasta quedar en lo que vemos hoy en día; una gran casona de tipo colonial a la cual el tiempo en compañía del descuido le pasó inclementemente.

Tal vez usted que está leyendo este artículo en el año 2019 no se percató del estado en el que se encontraba este icono de nuestra ciudad, y hoy solo ve lo que la restauración nos muestra, pero basta con decir que este sitio estuvo casi destruido, venido abajo en algunas de sus zonas y convertido en un potrero de vacas; en este caso la culpa no es de la vaca.

Hoy tenemos la oportunidad de ver en su máximo esplendor esta joya de la arquitectura colonial de Santiago de Cali, la cual es un baluarte cultural de nuestra ciudad que abre sus puertas para que la visitemos y tengamos la oportunidad de viajar en el tiempo y pararnos en un sitio que está lleno de historia; cada metro cuadrado que pisemos en la restaurada Cañasgordas tiene algo que contarnos, pararnos en sus balcones y divisar al horizonte nos permitirá ver lo basto que era su territorio, aunque hoy en día esa mirada se obstaculiza por los edificios que hay alrededor.

Ahora podrán cerrar sus ojos y hacer un recorrido por nuestra Cali de principios de siglo XVIII, imaginar esa pequeña villa con una Iglesia como La Merced, el Río Cali cruzando la ciudad y el viento recio de las tardes, las calles empedradas como lo relataba Eustaquio Palacios, La iglesia de San Antonio puesta como vigilante en lo alto de la colina con un incipiente barrio alrededor de ella y nuestra emblemática Hacienda Cañasgordas al Sur de la Sultana del valle.

Ella está de nuevo en pie, está de vuelta y viene con más de un siglo de historias por contar, porque aunque estuvo convaleciente, ella nunca perdió la memoria y los cuidados intensivos le dieron la oportunidad de escudriñar en lo más profundo de su territorio para que hoy en pleno siglo XXI, se presente a nosotros y cual viajera del tiempo nos relatará su historia en voz de aquellos que se dedicaron a estudiarla a desenterrarla de donde había quedado y la de nuestra Cali bella que creció y hoy se convirtió en la ciudad más importante del sur occidente Colombiano.